Desde pequeño, siempre me ha apasionado el asunto de la vida y la muerte. Ya antes de saber que había personas que creían en lo mismo, yo pensaba en la idea de la reencarnación como algo real. Lejos de pensar en la muerte como una fatalidad, lo he integrado en mi vida como algo totalmente natural y que, además, es un acicate continuo para hacer en vida todas las cosas que tras ella ya no podremos dejar de hacer. Como en una cuenta atrás, el objetivo no es llegar lo más lejos posible, sino alcanzar las metas que nos marcamos en la vida. Metas que deben ser realistas, alcanzables, importantes para hacernos ver que nuestra vida ha merecido la pena.
Estas metas no pasan por acumular mucho dinero, fama, posesiones, ni nada material que irremediablemente perderemos al final de nuestra vida. Debemos busca algo más allá, algo que perdure aún después de nuestra muerte. Algunas personas lo hacen a través de sus hijos, otras a través de sus obras, algunas… ¿por qué no? escribiendo libros. Pero la mayor de todas las metas no puede ser otra que no se alcanza nunca, que se trata de recorrer un camino infinito, ayudando a todos los seres a alcanzar la Verdad Última, la experiencia trascendental que va más allá de la vida y de la muerte de nuestro propio cuerpo físico, nuestra especie humana y el Universo.
Pero no todo es esa búsqueda trascendental, no todo es recorrer ese camino infinito. No debemos olvidar que un sendero se recorre paso a paso y, si olvidamos dar uno de esos pasos, nuestra meta, nuestro recorrido, se esfuma. Es por esto que algunas personas dedican el cien por cien de su energía a alcanzar esa luz, olvidan que los pequeños pasos también necesitan su energía y que sin ellos es imposible avanzar, ignorándolos como si no existieran y provocando así una parada en seco. ¿Y cuales son estos pasos? El momento presente: aquí y ahora.
No vivimos en el futuro, tampoco vivimos en el pasado, todo lo que podemos hacer lo hacemos aquí y ahora. Y para poder avanzar, para poder continuar, la única manera es esforzarnos por poner atención en lo que hacemos en el aquí y el ahora. Comer, descansar, asearse, trabajar… todos estos momentos son el aquí y ahora, cada uno de ellos son los pasos imprescindibles para poder caminar por la senda infinita. Si los infravaloramos y descuidamos, no caminamos; si los desarrollamos atentamente avanzaremos más y más. Desde las grandes obras hasta las de apariencia más insignificante, todas ellas producen efectos en nuestra vida y el universo entero. Seamos conscientes de ello.